En 2021, la Asistencia Oficial para el Desarrollo aumentó 8,5% en términos reales.
Carolina Testoni, voluntaria de raci
Los desafíos que dejó y deja el COVID-19 en el mundo son ampliamente conocidos y, en la mayoría de los casos, una realidad que continúa. Los retos del 2021 fueron variados y contingentes a los contextos de cada país. Mientras en los países desarrollados las poblaciones rechazaron las vacunas, en aquellos que están en vías de desarrollo se evidenció una carencia de fondos para hacer frente a las exigencias puestas sobre sus sistemas de salud. Este es el caso en particular, cuando se habla de países en vías de desarrollo, como la Argentina.
La pandemia reconfiguró el trabajo, el sistema de salud, los servicios y la economía. Por esta razón, los países en donde las infraestructuras y las instituciones eran menos resilientes, los peligros se vieron multiplicados. La asignación de fondos y los presupuestos, desde un principio limitados, se volvió aún más compleja con el cambio de prioridades. Si bien la pandemia de COVID puso al mundo en jaque, en respuesta, las soluciones colectivas fueron puestas en valor.
En el 2021, el segundo año consecutivo de las idas y venidas de la pandemia, la Asistencia Oficial para el Desarrollo (ODA) alcanzó un récord histórico. Según datos oficiales, los aportes de ODA fueron de 185.9 mil millones en el año; esto representa un aumento en términos reales del 8,5% de los fondos destinados a ayudar a países en desarrollo. Este incremento se dio principalmente debido a las iniciativas por el COVID-19, las cuales fueron más que todo donaciones de vacunas. Sin embargo, más allá de las donaciones relacionadas a la pandemia, se vio –en comparación al 2020— también un aumento en términos reales del 4.8%.
Este incremento de la ODA significó un alivio para los sistemas de salud que no podían afrontar las exigencias extraordinarias de la pandemia, por no tener la capacidad suficiente. Gracias a las donaciones de vacunas, fue posible cuidar a las poblaciones vulnerables y salvar vidas que, de otra manera, seguirían en peligro. En este sentido, es importante destacar que las donaciones también incluyeron proyectos de reactivación de la economía y el trabajo.
Los países del Comité de Asistencia para el Desarrollo (DAC) donaron, en total, 21.9 mil millones de dólares estadounidenses, solo en actividades relacionadas al COVID-19, lo que representó un 12% de toda la asistencia total. Aun así, de los países donantes, solo cinco cumplieron con la meta propuesta por la ONU, del 0.7% de su PBI: Luxemburgo, Noruega, Suecia, Alemania y Dinamarca. Por otro lado, los mayores donantes fueron Estados Unidos, con 77,8 mil millones de dólares estadounidenses, Alemania, con 33,27 mil millones, y las instituciones de la Unión Europea con 19,05 mil millones.
La tendencia de la ODA en las últimas décadas ha sido ambivalente, pero principalmente a la baja, si se considera el porcentaje de su PBI que los países desarrollados le dedican a estas iniciativas. En 2021, la ODA llegó a una cima histórica –la más generosa desde 1984— y esto se debe a que la asistencia aportada para combatir la pandemia fue un extra sobre la ODA preexistente, no un reemplazo o redireccionamiento de fondos ya alocados. Del récord histórico de fondos asignados, 6,95% fue dirigido hacia América Latina y el Caribe.
Los efectos del turbulento escenario internacional impactan más agudamente en los países en desarrollo. A medida que el planeta deja atrás la pandemia, o, mejor dicho, aprende a vivir y funcionar con el COVID-19, tal vez las iniciativas colectivas se mantendrán y los países en desarrollo podrán contar con el apoyo de las grandes economías para enfrentar los desafíos del futuro.
Fuente: OECD. (2021). Official development assistance (ODA). https://www.oecd.org/dac/financing-sustainable-development/development-finance-standards/official-development-assistance.htm