De cara a la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (FfD4), la OCDE junto a sus aliados estratégicos ha publicado un informe en cual, entre otras cuestiones, mapea y analiza las diversas fuentes de financiamiento de la región de América Latina y El Caribe (ALC), explorando las opciones para financiar mejor las agendas de desarrollo a nivel nacional, regional e internacional.
Desde la adopción de la Agenda 2030 en 2015, los esfuerzos globales para movilizar recursos y establecer marcos de cooperación efectivos no han alcanzado los resultados esperados. Más de la mitad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están fuera de curso, afectados por crisis globales como la pandemia de COVID-19. Esta situación ha tenido un impacto particularmente severo en ALC, descrita por la CEPAL como “la década más perdida”, debido al retroceso en indicadores económicos y sociales fundamentales, como, por ejemplo, el crecimiento, la pobreza y la desigualdad.
No obstante, a pesar de los desafíos persistentes, ALC se encuentra en una posición que le permite contribuir a los esfuerzos globales, especialmente en áreas claves como la transición energética, el cambio climático, la preservación de la biodiversidad y la reconfiguración de las cadenas de suministro globales, entre otros. Además, la región se destaca por movilizar un porcentaje relativamente alto de financiamiento privado y por desarrollar marcos de financiamiento sostenible alineados con estándares internacionales, aunque estos avances son desiguales entre los países.
En las últimas décadas, el contexto global del financiamiento para el desarrollo ha evolucionado significativamente. Desde el Consenso de Monterrey en 2002 hasta la Agenda de Acción de Addis Abeba en 2015, los flujos de cooperación se han reconfigurado, reflejando dinámicas complejas. La inestabilidad económica, las crisis financieras y las crecientes preocupaciones ambientales como el cambio climático han transformado el panorama. Además, la aparición de nuevos actores, incluidas economías emergentes y acreedores no tradicionales, han contribuido a la complejidad del sistema de financiamiento internacional.
En los últimos años, especialmente, los conflictos geopolíticos han redirigido las prioridades de la cooperación internacional. Mientras que países como Ucrania recibieron USD 26 mil millones en asistencia oficial en 2022, América Latina y el Caribe apenas alcanzó los USD 13.52 mil millones. Esta brecha evidencia una tendencia decreciente en los flujos de Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) hacia la región, lo que resalta la necesidad de integrar mejor otros flujos financieros, como remesas, inversiones privadas y filantropía, en un marco consensuado que promueva el desarrollo sostenible.
En este sentido, la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo (FfD4), que se celebrará en Sevilla del 30 de junio al 3 de julio de 2025, representa una oportunidad crítica para que ALC asuma un papel protagónico en la configuración del sistema financiero global. De esta manera, se plantea la necesidad de aprovechar plenamente el potencial del sector privado que, como se dijo, se ha convertido en el principal acreedor externo de los gobiernos de ALC. Integrar estos flujos privados en estrategias de desarrollo sostenible aparece, entonces, como esencial para maximizar su impacto e impulsar un desarrollo más inclusivo y resiliente.