En el último tiempo, con el surgimiento de nuevos paradigmas vinculados al trabajo, tomaron relevancia los espacios de trabajo compartidos, denominados coworkings. Esta nueva tendencia, en aumento, permite a distintas organizaciones o personas desarrollar sus actividades laborales en oficinas o puestos individuales de trabajo, que no son propios, pero pueden ser contratados por un tiempo determinado y en función de sus necesidades, aunque el beneficio principal de estos espacios es la posibilidad de realizar trabajos en red junto a otras organizaciones.
Un cowork es una gran alternativa para aquellos que desean reunirse con su equipo de trabajo y no cuentan con un lugar físico. Están pensados para promover el trabajo colaborativo y el intercambio entre aquellos que lo ocupan. Incluso, dado el contexto de postpandemia, se complementan con la modalidad híbrida de trabajo online-presencial.
Tradicionalmente, ubicamos en estos espacios a empresas, pymes o profesionales que desarrollan distintos tipos de actividades vinculadas a los negocios, ¿qué pasaría si a estos coworkings le sumamos organizaciones con fines sociales?
Los llamados coworking social, están diseñados a organizaciones de la sociedad civil (OSC) que puedan compartir espacios para trabajar de forma individual o conjunta en sus causas y para que conozcan a otras organizaciones que puedan complementar sus misiones. Esta iniciativa fortalece las capacidades propias de cada organización, amplía el desarrollo colectivo de proyectos y posibilita el contacto con otros actores que trabajan por la transformación social.
Muchas organizaciones tienen dificultad para captar fondos y de estos deben destinar parte al mantenimiento de un espacio propio. El coworking social surge como una alternativa económica, más aún, cuando el aumento del teletrabajo libera espacios que mantienen su costo de mantenimiento y podrían ser utilizados en la causa o proyecto social. Un coworking se transforma así, en un servicio pensado para organizaciones del tercer sector, que conocen cuáles son sus demandas organizativas y su realidad económica.
En el Barrio de Almagro (CABA, Argentina) la Fundación Navarro Viola creó un coworking social que se sostiene compartiendo los gastos, provenientes de la infraestructura y servicios, entre todos aquellos que lo utilizan. Comparado con otros coworks, el alquiler por su uso es menor porque no tiene una finalidad comercial, este es el valor agregado y diferencial que genera interés en las OSC, una inversión menor para utilizar un espacio de gestión.
Además, cuenta con la participación de RACI Argentina como coordinador del espacio. Esta posibilidad de reunir en un mismo espacio a organizaciones diversas promueve el intercambio de capacidades.
Este espacio resulta de gran utilidad a las OSC porque al compartir espacio surgen oportunidades de enriquecerse del intercambio de ideas entre las organizaciones presentes, que resultan en articulaciones de sus causas, temáticas o capacidades técnicas; esto genera una retroalimentación del trabajo en red, que fortalece a la sociedad civil.
En el caso de Fundación Navarro Viola Coworking Social, otra de las ventajas es que se realizan actividades mensuales que fortalecen la formación y el conocimiento de otras realidades sociales. En estas actividades se pueden difundir causas y proyectos, lo cual, una vez más, contribuye a fomentar la colaboración. Estos encuentros se convocan en redes sociales y son una gran oportunidad para establecer vínculos y alianzas de gran valor para las organizaciones.
Fuente: Camila Diaz Gaggero. (2022). Coworking: un espacio de trabajo compartido para organizaciones sociales. Idealist. https://www.idealist.org/es/accion/coworking-espacio-trabajo-compartido-organizaciones-sociales