El año termina y las organizaciones comienzan a planificar cuáles serán los pasos a seguir de cara al 2019. Nuevas ideas, distribución de responsabilidades y redacción de potenciales proyectos son algunas de las actividades que mantienen ocupados a los equipos en las OSC. En esta nota te compartimos algunas de las sugerencias que se encuentran publicadas en el Manual de Cooperación Internacional de RACI, para que tengas en cuenta a la hora de pensar y escribir una propuesta para un donante.
Un proyecto es el modo sistematizado de ofrecer una respuesta ante un problema identificado como tal y cada uno de los proyectos parte del análisis de la realidad que permite identificar los problemas que afectan a un grupo o comunidad. Una vez que identificamos una problemática particular, es importante tener en cuenta que la misma nunca debe expresarse como la falta de algo. Por el contrario, se debe reflexionar sobre lo que se quiere modificar, postulando interrogantes y elaborando posibles causas y consecuencias sobre el cambio a proponer.
Una vez planteado el problema, se deben determinar los objetivos generales y específicos. El objetivo general hace referencia al propósito del proyecto: el impacto que se busca generar, mientras que los objetivos específicos hacen referencia a los efectos separados que el proyecto se propone conseguir para garantizar el impacto deseado.
Los objetivos deben estar escritos con un lenguaje sencillo, ser breve y concretos, ser realistas y realizables y redactarse en infinitivo.
A partir de los objetivos se desprenden las metas y las actividades. Las metas deben expresar el logro que se busca alcanzar con la ejecución del proyecto en los plazos establecidos. Así, se debe poder medir el cumplimiento de los objetivos. Las actividades, por su parte, son aquellas necesarias para el cumplimiento de cada uno de los objetivos específicos. En esta sección, se recomienda realizar un modelo de cronograma de actividades.
En este punto es necesario tener en cuenta los riesgos, es decir, aquellos factores externos que escapan al control de las organizaciones y que pueden repercutir en la ejecución de los proyectos.
Los resultados esperados son los logros alcanzados al finalizar un proceso. Deben ser cuantificables y su medición se realiza utilizando criterios de cantidad, calidad y tiempo. Además, deben corresponderse con las actividades, objetivos particulares y objetivos generales. Se recomienda asegurarse que:
- Estén incluidos los resultados esenciales para lograr el objetivo específico.
- Se incorporen resultados que puedan ser garantizados.
- Se pueda considerar cada resultado como un medio para lograr el objetivo.
- Se definan sus objetivos de manera concreta y verificable.
Cuando hablamos de indicadores, hablamos de las medidas específicas de progreso alcanzado en el cumplimiento de las metas propuestas. Existen tres tipos:
- Indicadores de impacto: miden los cambios que se esperan lograr.
- Indicadores de efecto: miden los cambios que se van a producir.
- Indicadores de cumplimiento: indican si se han cumplido las metas planteadas.
Con respecto a las fuentes de verificación estas son medios para conocer y verificar el cumplimiento de la metas establecidas. Se pueden utilizar fuentes primarias (hacen referencia a personas) y secundarias (se vinculan con los datos, espacios o documentos).
Finalmente, la evaluación del proyecto es una actividad programada de reflexión sobre la acción basada en procedimientos sistemáticos de recolección, análisis e interpretación de información, con la finalidad de emitir, juicios valorativos fundamentados y comunicables sobre las actividades, resultados e impactos de esos proyectos o programas, y formular recomendaciones para tomar decisiones que permitan ajustar la acción presente y mejorar la acción futura. La instancia de evaluación es sumamente importante realizarla antes de iniciar la implementación del proyecto para saber si los recursos que necesitamos están disponibles para su utilización, si la información que necesita tener el equipo para trabajar es clara y está a disposición y para analizar el contexto en el que voy a trabajar. Una evaluación de medio término durante el proyecto es útil también porque ayuda a prevenir situaciones que podrían perjudicar algún proceso y permite recalcular el accionar en consecuencia. Y, por último, la evaluación final al culminar el proyecto es lo que nos mostrará qué buenas prácticas debemos conservar e implementar en futuras iniciativas y qué decisiones estrategias deben ser re formuladas para evitar errores.
Si querés saber más sobre cómo presentar un proyecto, descargá el Manual de Cooperación Internacional en nuestra Biblioteca Virtual.